Había en aquellos días un campesino que luchaba contra muchas dificultades, poseía unos caballos que lo ayudaban en los trabajos de su pequeña hacienda.
Un día, su viejo capataz le trajo una mala noticia, uno de los caballos se había caído en un viejo pozo abandonado. El pozo era muy profundo y sería extremadamente difícil sacar al caballo de ahí.
El campesino fue a toda prisa al lugar del accidente, evalúo la situación y se aseguro de que el caballo no se hubiere lastimado.
El problema era el alto costo de sacarlo del pozo amén de la dificultad para subirlo, creyó que lo más conveniente era no invertir dinero ni esfuerzo para su rescate.
Tomó entonces una de las más difíciles decisiones de su vida. Determinó que el capataz sacrificase al animal echando tierra en el pozo hasta enterrar al animal. Pensó que era mejor que muriera rápidamente asfixiado a que sufriera una larga agonía de hambre y sed.
Así empezó a hacerse, pero a medida que la tierra caía sobre el animal, este se sacudía y la tierra se iba acumulando en el fondo, posibilitando que el caballo fuera subiendo.
Los hombres se dieron cuenta de que el caballo no se dejaba enterrar, sino que al contrarío seguía subiendo, hasta que finalmente logro salir.
Increíble: lo que en un principio estaba destinado a su muerte, fue al final su salvación.
Moraleja: Si estas allá abajo, hundido en el pozo, sintiéndote poco valorado, y que los otros lanzan sobre tu persona la tierra de la incomprensión, la falta de apoyo, el poco aprecio, recuerda al caballo de está historia.
No aceptes la tierra que echan sobre ti. Sacúdela. No le des tanta importancia, haz como el caballo de la parábola; sube sobre ella. Cuanta más tierra tiren sobre ti, más iras subiendo y subiendo.
Lo más importante es levantarse si te has caído. Siempre valemos más de lo que creemos o pensamos. Recuerda que nadie, absolutamente puede quitarte este valor.
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