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domingo, 19 de junio de 2011

El Círculo

“Dios es un Círculo que tiene su centro en todas partes, y cuya circunferencia no está en ninguna”
Hermes Trismegisto
“Un Círculo se cierra sobre sí mismo, y por ello representa la unidad, lo absoluto, la perfección. Es símbolo del cielo en relación a la tierra, de lo espiritual en relación a lo material. Por ello se le relaciona con la “protección” y, así, tenemos los círculos mágicos, los anillos de poder, las coronas reales o los cinturones que nos hacen invisibles.
Si bien el círculo representa el cielo, lo celestial, Dios o el Alma, se usa en lo terrenal como representación de la perfección de Dios en la tierra, de su manifestación arquetípica en la materia.”

Diana y Karolus
Todas las culturas que han existido en nuestra historia nos han legado su experiencia más íntima a través del lenguaje simbólico. Relacionarse con el mundo espiritual, y sintetizar esa mística relación con la vida a través del símbolo, es fundamental para el encuentro entre lo divino y lo humano.
Un símbolo es la expresión -bajo la forma de una imagen- de una idea o concepto, emoción o sentimiento espiritual, signo eterno de nuestra humanidad y de nuestra pertenencia a un todo sagrado mayor que nosotros mismos.
Los símbolos básicos y primigenios que comparten todas las culturas son El Círculo, La Cruz y El Cuadrado. Hoy empezaremos con El Círculo.
Su imagen proviene del disco solar. El Sol, Creador de la Luz y Señor del Fuego de la Vida, es el elemento crucial para la existencia de vida en la tierra.
Por ello, por encima de todo el cosmos simbólico, se erige el Símbolo del Círculo -la Rueda de la Vida para el Budismo- que hace girar a la naturaleza entera, con sus ciclos, sus ritmos y su movimiento eterno. Es, por tanto, la totalidad, la integridad y la realización.

Un Círculo se cierra sobre sí mismo y por ello representa la unidad, lo absoluto, la perfección. Es símbolo del cielo en relación a la tierra, de lo espiritual en relación a lo material. Por ello se le relaciona con la “protección”, y, así tenemos los círculos mágicos, los anillos de poder, las coronas reales o los cinturones que nos hacen invisibles. De esta manera, para simbolizar un círculo que protege a algo o a alguien, dibujamos este mismo círculo con un punto en su centro, el cual representa la individualidad, el ser, el alma –según Carl Jung-. Es el símbolo del oro en la Alquimia, y del Tao, el poder supremo en el Taoísmo. El Círculo es un punto extendido.
La redondez es sagrada por ser la forma más natural. Es la forma que contiene a las demás formas, el “Huevo Cósmico”, la eternidad.
Actualmente la física reconoce este hecho, y ha sido capaz de dar explicación de porqué los planetas o los soles son esféricos y no son cúbicos –cuadrados-. Lo mismo sucede con nuestras células, nuestros átomos o nuestros electrones.
El Círculo representa el poder masculino en su lectura subjetiva, la chispa de la vida, pero en su lectura más objetiva representa el poder de lo femenino, receptivo, la matriz de la Creación. Por ello es la divinidad manifestada, cuya creación se regula y se ordena, el Alfa y el Omega del Cristianismo.
Coincide asimismo con la naturaleza hombre-mujer del ser humano, en la que arquetípicamente el hombre ha representado la protección –padre-, el portador de la corona –rey-, la chispa de la vida –simiente-, y la mujer representa el acogimiento y el hogar –madre-, la receptividad, matriz o base –útero y óvulo-, y en la que mejor se representa el círculo por sus redondeces físicas, siendo en sí misma un reflejo de La Tierra -que nos acoge a nosotros como una Gran Madre- acogiendo también en algún momento de su existencia una o varias vidas en su interior.

Embarazo
También el círculo aparece en innumerables representaciones artísticas, religiosas y relativas a tradiciones:
Por ejemplo, los Derviches Malawi, conocidos como los Derviches Giradores, danzan en círculo sobre sí mismos imitando el movimiento de los planetas alrededor del sol, y también la búsqueda de Dios, simbolizado por el sol mismo.

Innumerables danzas en el mundo son celebradas en círculo como símbolo de hermanamiento, protección de la comunidad -asegurada dentro de sus límites-, búsqueda de lo trascendente a través de la acción en grupo, y fraternidad universal.
Si bien el círculo representa el cielo, lo celestial, Dios o el Alma, se usa en lo terrenal como representación de la perfección de Dios en la tierra, de su manifestación arquetípica en la materia. Por ello encontramos edificaciones y construcciones arcaicas como Stonehenge, dispuestas en círculo.

Stonehenge
También los rosetones en muchas iglesias y templos cristianos.

Rosetón de la Catedral de León, España
Asimismo, los mandalas resumen perfectamente dicha combinación terreno-espiritual.

Mandala
El círculo se ha usado en ritos de diversa índole como estabilizador, cohesionador de Alma y cuerpo, protector, unificador, sellador… de ahí el uso de cordones de defensa alrededor de ciudades, templos y tumbas; el uso de sortijas, anillos, collares, cinturones…  como elemento talismánico, de unión –matrimonio- y de poder sobrenatural, así como los escudos y brazaletes de los guerreros como su elemento protector.
Veamos la simbología de distintos tipos de círculos:
EL CÍRCULO ALADO: La pareja cósmica, el cielo creativo y la tierra fértil. Es el sol naciente para los egipcios, el dios Ra, la resurrección.

Círculo alado
DOS CÍRCULOS GEMELOS: El principio masculino y el principio femenino, la sabiduría y el amor, El Cristo y su naturaleza dual como Segunda Persona de la Trinidad.

Círculos gemelos
LOS CÍRCULOS TRIPLES: La Tríada original, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo; Brahma, Visnhu y Shiva en la Trimurti Hindú, o Isis, Osiris y Horus en el antiguo Egipto.
Círculos triples

EL CÍRCULO EN LLAMAS:
Es “Pakriti” –Hinduísmo-, “lo que evoluciona, produce y da a luz”.

Círculo en Llamas

CÍRCULOS CONCÉNTRICOS:
Representan los grados de desarrollo, de evolución de la consciencia del ser, el perfeccionamiento y la armonía adquiridos.

Círculos concéntricos
En nuestro próximo post hablaremos del simbolismo de “la cruz” como representación de la encarnación de lo divino en lo humano, un símbolo imprescindible para comprender nuestra propia naturaleza y la condición de nuestra existencia terrenal.

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