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jueves, 8 de diciembre de 2011

LA ERA DEL AMOR

La creencia en el karma está muy difundida en el mundo a través de algunas religiones y escuelas esotéricas. Aunque esta idea ha estado por muchos años en nuestra conciencia -especialmente durante la Era de Piscis, que ya terminó-, ahora estamos ingresando en la Era de Acuario donde muchas cosas cambiarán; entre ellas, el karma.
El proceso de "pagar" nuestras deudas está acelerado en esta Nueva Era. Lo que antes nos llevaba varias vidas entender y saldar, ahora se realiza en esta misma encarnación. Si hoy perjudico a alguien, es muy probable que me toque pagarlo mañana mismo, no en la próxima vida ni diez vidas adelante.
Existe un avance muy grande en la conciencia humana y esto elevará el nivel de comprensión en toda la humanidad. Este proceso de transformación, que ya se ha iniciado, tardará aún muchos años más en completarse. En este proceso mismo descubriremos nuestra Unidad, el hecho de que, en realidad, "Todos somos Uno solo". Dicho de otra forma, el Hijo de Dios es uno solo y todos somos parte de El. Por eso, es importante ayudarnos mutuamente y perdonarnos. Debemos ajustarnos a estos cambios cósmicos para ayudar a la evolución planetaria a despertar amor. Un verdadero metafísico tiene que aplicar todo su conocimiento para mejorarse a sí mismo y para servir a los demás.
Pero ¿de dónde surgió el karma? Para contestar esta pregunta debemos remontarnos a los orígenes de la humanidad. El hombre fue creado "a imagen y semejanza de Dios" y desde que aquél tuvo su poder creador ha inventado un ente aparentemente separado de su Creador. Esto es lo que llamamos "ego". Nuestro ego nos hace sentir que estamos separados del resto. Tenemos un nombre propio, un cuerpo, una estructura social y familiar propia y demás. Nuestro ego nos dice que somos únicos y especiales, y tratará de probarlo de mil maneras. En cambio, nuestro Espíritu nos indica que todos Somos Uno solo, que no existe tal separación.
El efecto de la separación produce un sentimiento de culpa y, como consecuencia, la culpa busca castigo. Cada vez que nos sentimos culpables de algo que hemos hecho, nuestra propia mente se encarga de crear el castigo correspondiente. Este castigo puede ser, por ejemplo, la soledad, la falta de dinero, una enfermedad, problemas de familia o de pareja.
La culpa no termina en nosotros. La mayoría de las veces, el ego busca proyectar esta culpa hacia afuera y es así como encontramos a los "culpables" de nuestra infelicidad. Cuando proyectamos hacia afuera estamos más lejos de resolver el problema y, de esta manera, perpetuamos la supremacía de nuestro ego. Las personas que más culpan a los demás son las que menos crecen.
Cuando el ego no encuentra culpables afuera, puede descargar la culpa en nosotros mismos generando inmovilización y frustración. Este es el caso de las personas perfeccionistas, muy ordenadas o estructuradas. Para resolver este conflicto debemos pensar que, durante nuestro proceso de aprendizaje, todos cometemos errores, que dichos errores se reparan y que no tenemos por qué ser condenados a causa de éstos. El perdón no debe practicarse solamente con los demás, sino primero con nosotros mismos porque yo no puedo dar a otros lo que no tengo o me resisto a darme, es siempre nuestra elección.

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